Mercè Brey

«Somos, ante todo, seres enérgicos. Gestores de energía femenina y masculina. Cuando estas están en equilibrio, evolucionamos».
«Hoy en día es la empresa la que tiene la capacidad de crear una nueva realidad. Y las empresas somos las personas... y si las personas evolucionan, todo cambia...».

En 1981 el psicólogo sueco Ola Svenson publicó un artículo sobre esa inclinación a pensar que se es mejor que la media. Svenson pidió a vari@s conductor@s estadounidenses que compararan sus
habilidades con las de otr@s, descubriendo que el 93% afirmaban que sus habilidades l@s situaban en la mitad superior de tod@s los conductores.


Esta respuesta tan optimista engloba tres subgrupos diferenciados:
1. Las personas saben que están exagerando. Sus afirmaciones de superioridad tienen que ver con la necesidad de causar buena impresión.
2. Las personas simplemente se engañan a sí mismas. Por ejemplo, banalizando que han sido multad@s o que superar los límites de velocidad puede estar justificado.
3. Cada persona tiene su propia definición de aptitud. Quizás para una persona la cautela es la aptitud primordial para una buena conducción (por tanto, frena con cierta anticipación) mientras que para otro individuo podría ser un tiempo de reacción rápido (lo que deriva en apurar la frenada).

He observado cientos de veces esta misma tendencia en mis conferencias y formaciones sobre diversidad e inclusión. En términos generales, las personas opinamos que no tenemos ningún problema con la diversidad, que somos tolerantes e inclusiv@s y que es la «sociedad» quien discrimina. Para poner de manifiesto esta tendencia y poder trabajar actitudes inclusivas, en mis charlas suelo preguntar al público:


¿Cuántas de las personas que están escuchándome se consideran tolerantes con la diversidad? La respuesta afirmativa suele rondar entre el 93% y el 95%. A continuación, lanzo la pregunta: ¿Cuántas de las personas que me estáis escuchando ha tenido a lo largo de su vida un episodio de discriminación? Y la respuesta afirmativa de nuevo oscila entre el 93% y el 95%.


Obviamente, el escenario que se deriva de las dos respuestas es una contradicción, hecho que me permite ahondar en la percepción individual sobre la inclusión (exageración para quedar bien, autoengaño, parametrización errónea de la tolerancia a la diversidad). Clarificar lo que significa ser buen/a conductor/a o, en el caso de la diversidad, ser una persona inclusiva, reduce notablemente el sobreposicionamiento. Tener claridad respecto a nuestra tendencia a sobrevalorarnos es el primer paso para poder establecer acciones que realmente nos ayuden a avanzar hacia un entorno más diverso e inclusivo.


¿Eres buena conductora, buen conductor?

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