Mercè Brey

«Somos, ante todo, seres enérgicos. Gestores de energía femenina y masculina. Cuando estas están en equilibrio, evolucionamos».
«Hoy en día es la empresa la que tiene la capacidad de crear una nueva realidad. Y las empresas somos las personas... y si las personas evolucionan, todo cambia...».

Cada fin de año solemos hacer un recuento de cómo han ido esos doce meses. Agradecer el haber disfrutado de tantos buenos momentos y, a veces, agradecer también el aprendizaje que nos han proporcionado aquellos momentos, digamos, menos buenos.

A continuación, es habitual proyectar deseos y sueños para el siguiente año. Y son siempre cosas que tienen que ver con uno mismo: con mi salud, mi trabajo, mi relación con los demás, mis conocimientos… mis metas.

Y está bien así porque, YO, soy importante. De hecho, SOY lo mejor que me ha pasado.

Pero también es cierto que YO SOY gracias a los demás. Que me modelo día tras día con la mirada de lo externo. Que vibro con el reflejo de las dichas y las desdichas de lo que acontece a mi alrededor. Que formo parte de una inmensa y tupida red que me influye y a la que influyo.

SER es mi responsabilidad como individuo pero también lo es SER en lo colectivo. Mi papel en la matriz es relevante porque YO soy importante. Y es también un acto de responsabilidad ejercer mi poder. Ya sabes a que poder me refiero…

  • ¿Qué tal si uno de esos retos que proyecto para este año que justo acaba de empezar no me incumbiera a mi como eje central?
  • ¿Qué tal si uno de mis objetivos se centrara en esa versión de mí que tiene que ver con mi relación con el todo?
  • ¿Qué tal tomar mi responsabilidad de que YO puedo contribuir a que las cosas cambien?

Y no hablo de acallar mi conciencia con generosidades de mi tiempo o dinero, sino de algo mucho más comprometido: de vivir una vida con propósito. De que cada acto, cada palabra que de mí emane esté alineada con ese propósito. Que me proporcione ese sentir de que mi vida tiene sentido. Ese mismo sentir que será ante el último suspiro, de que mi vida tuvo sentido.

Y es que, a fin de cuentas, es bastante sencillo: siempre, siempre, siempre, lo que da propósito a nuestra existencia, lo que la llena de sentido es que, hagamos lo que hagamos, esto sea, de alguna manera, para generar bienestar. No es tan relevante mi trabajo, o a que dedico mi tiempo, o qué retos o sueños persigo. Lo realmente importante es desde donde lo hago. Si surge de ese espacio interior que se manifiesta cuando alineamos nuestra mente y nuestro corazón.

¿Qué tal si este año todas las metas que me he fijado tienen la esencia indisoluble de mi propósito de vida?

✔ Un libro recomendado:
Hace un par de días me compré un libro corto, sin demasiadas expectativas. Lo leí en pocas horas, un descubrimiento. Se llama “La lista de mis deseos” de Gregoire Delacourt. Delicada reflexión sobre anhelos vacíos, sobre la sencillez de las cosas que tienen sentido.

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