Mercè Brey

«Somos, ante todo, seres enérgicos. Gestores de energía femenina y masculina. Cuando estas están en equilibrio, evolucionamos».
«Hoy en día es la empresa la que tiene la capacidad de crear una nueva realidad. Y las empresas somos las personas... y si las personas evolucionan, todo cambia...».
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Optimismo inquieto

Estamos a las puertas de cerrar el mes de la mujer… en lo que concierne al desarrollo profesional, estos días hemos vuelto a poner encima de la mesa cifras que indican un panorama que avanza a pasitos (no a pasos) y con algún dato que, analizado con calma, muestra un retroceso latente.


Si me preguntaras qué opino te diría: optimismo inquieto.

Me inquieta el tema que traté en mi última newsletter: la «gran renuncia», la «gran ruptura», donde miles de mujeres directivas deciden abandonar su apuesta por el desarrollo de su carrera profesional.

Me inquieta que mujeres en primera línea de la esfera política renuncien a su puesto. El paso al lado que dio Jacinda Ardern hace pocas semanas me impactó especialmente.

Me inquieta que el porcentaje de mujeres en puestos directivos haya descendido a niveles de 2008 según revelan algunos informes.

Y tanta inquietud me genera ciertos pensamientos recurrentes.

Algunos pensamientos me vienen en forma de pregunta. ¿Será que muchas mujeres están cuestionándose la mayor? Quiero decir que, o cambiamos las reglas del juego o este esfuerzo desmesurado por conseguir no sé qué méritos y reconocimientos no merece la pena.

Otros pensamientos provienen de la praxis, de acompañar el proceso de recomposición de demasiadas mujeres que sucumbieron al placaje de las críticas e imposiciones:

  • Tachada de «demasiado emocional» si se resbala una lagrimita por un exceso de presión.
  • Interrumpida sistemáticamente en las reuniones con colegas.
  • Exhausta por autoexigirse por llegar a una perfección imposible.
  • Consumida por los malabares de conciliar dos vidas que no hay manera de compatibilizar.
  • De reprimir una y otra vez esa maravillosa sensibilidad mal entendida como debilidad.
  • Desmotivada por tener que adoptar un estilo de liderazgo que encorseta y no se siente como propio.

Nuestra historia nos define

Somos fruto de nuestra historia. Y nuestra historia es la que es.

Simplificando mucho, podríamos relatar que el «grupo mujeres» ha estado durante cientos, miles de años, intrínsecamente vinculado a la esfera privada, dedicado al cuidado del fuego del hogar (bonita metáfora) y de peques y mayores. Simultáneamente, durante ese mismo período de tiempo, el «grupo hombres» ha estado ocupando la esfera pública donde se ejecutaban otro tipo de tareas y conquistas.

Durante ese largo período de tiempo, el «grupo mujeres» ha tenido que desarrollar habilidades requeridas en su función principal como la empatía, la intuición, la flexibilidad, la generosidad o la escucha.

Así mismo, el «grupo hombres» se vio abocado a desarrollar otras habilidades distintas, más necesarias en ese otro entorno, como por ejemplo la valentía, la osadía, el pragmatismo o la competitividad.

Hace tan solo unas décadas que las mujeres han irrumpido de forma masiva en la esfera pública donde se requieren habilidades diferentes a las que, como grupo, ha estado entrenando.

De hecho, la gran mayoría de mujeres que apuestan por su desarrollo profesional, perciben que ciertas habilidades que le son propias son poco apreciadas para desenvolverse profesionalmente y tienen que focalizarse en entrenar capacidades que no le son tan cercanas.

Creo que estamos desaprovechando una preciosa oportunidad. En lugar de poner en valor esos atributos que la mujer atesora a copia de tanto practicar, en innumerables ocasiones se insta sutilmente a la mujer a masculinizarse, a adaptarse a unas reglas del juego preestablecidas. Siendo así la pérdida es triple: la mujer está en desventaja competitiva, el hombre se siente amenazado y el entorno no puede beneficiarse del néctar del equilibrio entre esos atributos que unas y otros aportan.

Una posibilidad: hackear las reglas del juego

Igual la única posibilidad que nos queda para reconducir un escenario que asfixia a unas y otros es dinamitar las reglas del juego imperantes y co-crear un nuevo paradigma.

Un paradigma que promulgue un liderazgo con más de «lo femenino»:

  • Reduciendo a su justa medida el control e incorporando un precioso elemento, el acompañamiento al crecimiento de las personas. Y es que, si las personas crecen, la organización prospera.
  • Incorporando una mirada holística enfocada al futuro, capaz de levantarla del corto plazo.
  • Construyendo afectos y confianza, yendo más allá de la pura transacción.
  • Un liderazgo intrínsecamente ligado a crear y nutrir la vida que, traducido al argot de las organizaciones, significa facilitar la tan deseada y necesaria creatividad e innovación.

Deseando que nuestra raza, la humana, atine a construir un nuevo tablero de juego.

Deseando que cada uno de sus especímenes, tú y yo, aportemos esa ficha que resulta indispensable.

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