
Muchas personas de mi generación hemos compartido un mismo sueño: tener una formación exquisita y un fructífero desarrollo profesional. En el caso de las mujeres, además, hemos soñado con saltar barreras, con dejar atrás esas limitaciones sutiles (o no) impuestas por el mero hecho de ser mujer.
Estas pasadas navidades, un cliente me regaló el libro La invención de la naturaleza, que me ha tenido atrapada durante las fiestas. Más de quinientas páginas que cuentan la vida y legado de Alexander von Humboldt, un científico multidisciplinar nacido en 1769 en el seno de una aristocrática familia prusiana afincada en Berlín.
Humboldt recorrió medio mundo recolectando información tocante a la botánica, zoología, biología, geología y también sobre el comportamiento del ser humano en libertad y en esclavitud. Tremendamente inquieto, su interés casi obsesivo por la naturaleza lo extendía a otros ámbitos como la política o la evolución del ser humano.
Contemporáneo de Goethe, Darwin, Simón Bolívar o Thoreau, Humboldt bebió de numerosas fuentes de conocimiento que le permitieron desarrollar una sensibilidad especial para discernir el entramado que posibilita la evolución. Diseccionaba meticulosamente aquello que estaba estudiando para luego establecer un sinfín de conexiones que daban a entender que todo está conectado con todo y que todo es consecuencia de todo.
Vuelvo con esa aspiración compartida de desarrollo profesional que apuntaba al inicio y que conecto con lo aprendido en la lectura de este libro. A Humboldt le encantaba hilar conceptos para poder luego narrar un proceso. Voy con el intento de emularlo…
Metafóricamente, bien podemos llamar «selva» al entorno laboral. Compuesto por diferentes especímenes, unas criaturas tienen más posibilidades de desarrollo y sobrevivencia que otras. Huelga decir que la mujer forma parte de esas especies menos favorecidas…

Tras muchos años de experiencia profesional y de investigación, percibo claramente tres etapas que emergen como patrón común en el desarrollo profesional de muchas mujeres. Dada su cadencia temporal, las he bautizado como el Camino de la Triple A. He aquí la descripción de cada una de ellas:
PRIMERA ETAPA: Adaptación.
La primera etapa tiene que ver con el descubrimiento. Acumulado un cierto rodaje en el ámbito laboral, se empieza a dilucidar cuáles son las reglas del juego, cómo funciona la «partida». Es ese darse cuenta de que la capacitación técnica es importante pero no suficiente, que ser resolutiva es un valor pero que compite con la presencialidad de forma asimétrica, que las renuncias son casi indispensables, que esas cualidades intrínsecamente femeninas no son realmente aceptadas, etc. Es una etapa que entraña sorpresa y una cierta incredulidad.
SEGUNDA ETAPA: Aceptación.
En esta segunda etapa lo manifestado en el punto anterior se muestra con toda su crudeza. Es algo así como la caída de un velo que nos permite ver con mucha más claridad. Empezamos a entender cómo funciona en realidad el juego y desplegamos, consciente o inconscientemente, nuestra capacidad de adaptación.
Aparecen los primeros síntomas de masculinización (¡ni por asomo nos permitimos mostrar nuestra vulnerabilidad!) y la integración de conceptos imposibles (uno de muy habitual: dedico poco tiempo a mis hij@s pero el que les dedico es tiempo de calidad…!?).
Es una época donde necesitamos promesas y adulaciones para sofocar las
manifestaciones de nuestras creencias limitantes y adormecer la atención que nuestro propósito y valores nos reclama.
TERCERA ETAPA: Alzamiento.
Lamentablemente, es frecuente quedar atrapada o sucumbir en la etapa anterior. Una parte de las profesionales acepta las reglas del juego sin siquiera cuestionárselas y otra no tiene más remedio que aceptarlas sin rechistar. Para ambas, el coste a nivel personal acaba siendo relevante.
Pero hay una proporción cada vez más significativa de mujeres que se revela y manifiesta abiertamente: SÍ a mi desarrollo profesional pero NO a cualquier precio. Son mujeres que se alzan dispuestas a cambiar las reglas del juego, unas reglas del juego obsoletas que encorsetan el desarrollo del talento femenino (y también masculino).
La etapa de Alzamiento suele llegar con la madurez, aunque estamos viendo un proceso de aceleración en el consumo de las etapas. Me fascina observar cómo mujeres jóvenes cuestionan sin rubor el status quo y como una proporción nada desdeñable consigue abrir camino a nuevas dinámicas.
Si te resuenan mis palabras, te sugiero que te plantees en qué etapa estás y, lo más importante, que tomes una decisión respecto al camino que deseas seguir. No dejes que la corriente te lleve. Sal del agua, reflexiona y regresa a la corriente cuando te sepas dueña del remo y del timón.
Cuestionarnos a nosotras mismas suele ser un potente camino para la toma de decisiones. Sola, en un lugar tranquilo donde una se sienta a salvo del escrutinio de cualquier mirada, puede ser un buen escenario para este ejercicio. Inhala por la nariz y exhala por la boca varias veces para propiciar una cierta calma mental.
Ahora usa esta pregunta a modo de llave maestra para hurgar en lo más profundo de tu sentir: ¿Qué estoy haciendo? Déjala ahí, en suspenso, que reverbere. No juzgues ni analices, sólo deja que tu cuerpo y tu mente vayan respondiendo. Lo irán haciendo en el transcurrir de los días.
Coge esa información como el más valioso de los tesoros. Ahí tienes la mejor materia prima para modelar y decidir sobre tu futuro profesional.
3 fases de un proceso en el camino del autoconocimiento, en el que no siempre es fácil salir de la rueda, primero para tomar consciencia del momento y la fase en la que estás inmersa y enfrentarte a tus sombras y miedos, y seguidamente para poder tomar decisiones, unas decisiones que te parecerán muy difíciles pero que son la clave de tu éxito como persona, y que repercutirán en positivo en todas tus facetas, y en la primera de ellas como profesional.