Mercè Brey

«Somos, ante todo, seres enérgicos. Gestores de energía femenina y masculina. Cuando estas están en equilibrio, evolucionamos».
«Hoy en día es la empresa la que tiene la capacidad de crear una nueva realidad. Y las empresas somos las personas... y si las personas evolucionan, todo cambia...».

Recientemente, Lean In en colaboración con McKinsey han puesto encima de la mesa dos conceptos que, de ningún modo, nos deben pasar inadvertidos. En una primera instancia, ahondaron en el término de la Gran Renuncia, refiriéndose al elevado número de mujeres que, tras el impacto del confinamiento, dejaron de lado su desarrollo profesional.

Más recientemente, el concepto que ha entrado en juego ha sido la Gran Ruptura, cuyo significado profundo es que muchas mujeres no están dispuestas a seguir escalando en la jerarquía de las organizaciones si el patrón de renuncias y exigencia de masculinización sigue siendo el mismo. Y cabe mencionar que el fenómeno de la Gran Ruptura no incumbe tan solo a las mujeres, sino que un número significativo de hombres se muestran proclives a sumarse a dicho movimiento.

Profesionales en búsqueda del equilibrio

Estamos hablando de miles y miles de personas que, ocupando posiciones de liderazgo, deciden abandonar su actual trabajo en busca de retos más acordes con sus prioridades, valores y propósito vital. La ruptura puede producirse con una manifestación física (cuando se abandona corpóreamente la organización), o bien puede ser mental (cuando la persona lleva a cabo el denominado despido interior que conlleva la desconexión intelectual y emocional con la compañía).

Trabajando con los equipos directivos de tantas y tantas empresas, es algo que veo cada vez con mayor intensidad. Mujeres (y cada vez más hombres) que tienen meridianamente claro que «promocionar con estas condiciones no merece la pena».

Sufrimiento en las personas, mediocridad en las organizaciones

Debo decir que mi sentir frente a este hecho se polariza. Por un lado, me alegra ver esta apuesta decidida y valiente a desarrollar una carrera profesional coherente con lo que cada cual siente y piensa. Admiro ver la fortaleza de asumir riesgos y salir de la zona de confort sin temer enfrentarse a la incertidumbre.

Por otro lado, me apena el sufrimiento que el mercado laboral está causando a tantas personas y me inquieta percibir que su respuesta, en la mayoría de las ocasiones, es lenta e insuficiente. Y a mayor tardanza a solventar esta crisis de talento, más incrementa el nivel de mediocridad en el seno de las organizaciones. Una factura diferida cuyo coste puede llegar a ser descomunal.

La posibilidad de un cambio de rumbo

Tomar la decisión de cambiar el rumbo de nuestro desarrollo profesional es ardua tarea. Es un proceso que suele empezar con una incomodidad e insatisfacción con el día a día, hasta derivar en un anhelo persistente que termina convirtiéndose en una prioridad.

Pero ¿cómo afrontar una decisión tan significativa? Inseguridad, miedo, incertidumbre, etcétera, se entremezclan con ganas de empezar una nueva etapa, de dar espacio a otras prioridades en nuestra vida, de sentirse más en línea con lo que un@ siente… Tanto es así que el mero hecho de contemplar esa posibilidad de cambio va mostrándonos alternativamente sus dos caras: la ilusionante, la amenazante.

Gestionando el desafío hacia un nuevo futuro profesional

Como en toda faceta de nuestra vida, un cambio en el desarrollo profesional debe incluir tres miradas: la racional, la emocional y la sistémica.

  1. Mirada Racional
    Como si de un business plan se tratara, es del todo necesario analizar racionalmente a qué se renuncia, a qué se aspira y qué implica el nuevo camino que se desea emprender. Este ejercicio precisa cuantificar y acotar minuciosamente la situación actual y definir en detalle cuál es el reto por alcanzar. Así mismo, sería conveniente dibujar un par de escenarios de tránsito, uno conservador y otro más optimista.
    ¿A qué estoy renunciando en términos económicos? ¿De qué recursos cuento para transitar una época de incertidumbre? ¿Qué voy a necesitar para alcanzar mi nuevo reto profesional?… Dar respuesta coherente a este tipo de preguntas y trazar una hoja de ruta nos puede dar mucha tranquilidad para afrontar el cambio.

  2. Mirada Emocional
    El desarrollo profesional va siempre de la mano del desarrollo personal. Y cuando se trata de un cambio de enfoque, todavía con mayor intensidad. Requiere tener claridad sobre cuáles son nuestras habilidades y dones que vamos a poner al servicio del nuevo proyecto y también sobre esas creencias que nos limitan.
    Al mismo tiempo, gestionar un nuevo desafío profesional, precisa haber profundizado en esos valores que nos representan y que nos ayudan a ser coherentes con lo que pensamos, decimos y hacemos. De alguna forma, esta incomodidad que nos avoca a perseguir un sueño nos empuja a salir del personaje secundario y convertirnos en protagonistas. Nos obliga a dejar de seguir un guion para escribir nuestro propio relato. Y para ello es preciso conocerse y reconocerse.

  3. Mirada Sistémica
    Como dice la física cuántica, somos seres energéticos y vivimos inmers@s en un entorno donde todo está interconectado. No podemos obviar la influencia que lo externo tiene en nosotr@s ni la que ejercemos nosotr@s a todo cuanto nos rodea. Es como una maraña de hilos que nos condicionan y que condicionamos.
    La Teoría de Sistemas muestra nuestra pertenencia a un sinfín de sistemas que están relacionados y cuyas dinámicas internas trascienden a otros sistemas generando patrones de comportamiento que pueden ser tremendamente posibilitadores o detractores.
    Reflexionar sobre los sistemas a los que pertenecemos (entorno laboral, familia de ascendencia, pareja, amistades, etc.) y discernir su influencia en nosotr@s es tremendamente útil. De esta mirada podemos sacar elementos tan relevantes para el buen fin de nuestra nueva apuesta profesional como son mentor@s, referentes o aliad@s.

Compromiso y ¡paso adelante!

Si la gran Ruptura acaba traduciéndose en más y más talento al servicio de la cocreación de una sociedad más consciente, más equilibrada, más sostenible, más humana… ¡bienvenida sea!

Comprometernos con un desarrollo profesional que tenga sentido para cada cual, que nos aporte bienestar y que nos genere abundancia (siendo un término que va más allá de la riqueza) es apostar por nuestra evolución como seres humanos.

Que seamos capaces de sostener estos procesos (ya sean nuestros o de otras personas) con pasión y también con método.

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