
Jill Taylor, doctora en neuroanatomía, sufrió un ictus cuando una vena estalló en el lado izquierdo de su cerebro. A los treinta y siete años su vida dio un vuelco del que renacería por completo ocho años más tarde.
En su libro Un ataque de lucidez, Taylor relata cómo la experiencia vivida en combinación con su formación académica, le ha dado una nueva comprensión de cómo funciona nuestro cerebro o, como ella dice, le ha permitido darse cuenta de que es posible oscilar entre dos realidades distintas: el nirvana del cerebro derecho, intuitivo y cinestésico, capaz de proporcionar paz y bienestar y la lógica y pragmatismo del cerebro izquierdo, capaz de procesar grandes volúmenes de información e identificar y crear patrones para ser todavía más eficiente.
Dos hemisferios que se complementan
Interesante para el manejo de nuestra vida, tanto en el ámbito personal como profesional, es entender la singularidad a la vez que complementariedad de nuestros dos hemisferios cerebrales.
De este modo, y siguiendo la argumentación de la autora, en muchas ocasiones sentimos que nuestra cabeza (hemisferio izquierdo) nos dice que hagamos una cosa mientras que nuestro corazón (hemisferio derecho) nos indica todo lo contrario.
Así mismo, diferenciamos claramente entre lo que pensamos (hemisferio izquierdo) y lo que sentimos (hemisferio derecho).
O bien nos referimos a nuestra mente sensata (alegando a nuestro hemisferio izquierdo) frente a nuestra mente intuitiva (en correspondencia a nuestro hemisferio derecho). Y, por supuesto está (en palabras textuales de Taylor), nuestra mente masculina (hemisferio izquierdo) en contraposición a nuestra mente femenina (hemisferio derecho).
¡Que maravilla constatar que nuestro cerebro se divide en dos hemisferios diametralmente opuestos, que se complementan y enriquecen mutuamente! Uno nos permite experimentar la vida desde la identidad del yo como ser singular (hemisferio izquierdo) y el otro nos induce a experimentar un sentimiento de unicidad, de pertenencia a un todo, entendiéndonos como un nosotr@s.
Vivir en un perfecto equilibrio entre nuestro hemisferio izquierdo y derecho, entre nuestra mente femenina y masculina, sería sin duda algo a lo que deberíamos aspirar.
Ilustrándolo con un ejemplo
Ilustro esta complementariedad con un sencillo ejemplo. Cuando entablamos una conversación, nuestro hemisferio izquierdo nos proporciona las palabras los conceptos y la estructura gramatical para que lo que vayamos a decir tenga sentido. En cambio nuestro hemisferio derecho es el encargado de leer el leguaje corporal, de contrastar si existe incongruencia entre lo que escucho y lo que percibo de mi interlocutor/a, es el encargado de calibrar y sincronizar con la persona con la que estoy hablando.
Claramente, en este ejemplo, vemos que es indispensable la aportación de cada uno de los dos hemisferios. El predominio de uno sobre el otro restaría eficiencia al proceso comunicativo.
Predominio de nuestro hemisferio izquierdo
En nuestra sociedad, y muy especialmente en el ámbito empresarial, existe un claro desequilibrio hacia el predominio del hemisferio izquierdo. Conjugamos a favor del yo en detrimento del nosotr@s, preferenciamos el hacer en lugar del sentir y viajamos constantemente del pasado al futuro sin apenas detenernos en el momento presente, donde más le gusta estar a nuestro hemisferio derecho.
Intuitivamente ya sabemos que en el equilibrio está la respuesta a muchas de nuestras preguntas. También preguntas que tienen que ver con el liderazgo o la gestión sostenible de las organizaciones. Y es fascinante que la ciencia nos señale la mejor de las estrategias: desarrollo del hemisferio derecho hasta que adquiera un protagonismo equilibrado con el hemisferio izquierdo. ¡Qué buena noticia!

¿Y cómo hacemos para darle más presencia a nuestro hemisferio derecho?
La respuesta es tan simple y tan compleja como: estando el mayor tiempo posible en el momento presente. Para lograrlo, tenemos que frenar conscientemente nuestra mente racional, dejar de pensar en lo que ya ha ocurrido y en lo que está por venir. Dejar de hacer y proponernos sentir de manera recurrente.
Una fórmula sencilla para conseguirlo es centrar la atención durante unos instante en la respiración, poniendo el dedo índice bajo las fosas nasales y notar como el aire que expulsamos acaricia nuestra piel. A continuación, puedes enfocarte en lo que estás haciendo y hacerte preguntas del tipo ¿qué siento haciendo lo que estoy haciendo? Date respuestas que tengan que ver con tus emociones e intenta escuchar también si tu cuerpo quiere comunicarte alguna cosa.
Es muy útil también, para desconectar el hemisferio izquierdo, dejar espacio a nuestro mundo sensorial. De este modo, puedes prestar atención durante unos minutos a lo que estás escuchando, intentando descubrir algún sonido nuevo que te haya pasado desapercibido en la mecánica de escucha rutinaria.
Cuando acabes, levanta la vista y haz el mismo ejercicio, ¿qué colores predominan en tu entorno? ¿puedes redescubrir algún objeto?
Y ahora le toca el turno al olfato ¿a qué huelen los papeles? ¿y los bolígrafos o los rotuladores?
Y por último, pon tu atención en las yemas de tus dedos ¿qué textura tiene tu mesa de trabajo? ¿y las teclas del ordenador?
Esta sencilla práctica nos ayuda a que nuestro hemisferio izquierdo deje de acaparar toda nuestra atención, permitiendo la expresión del hemisferio derecho. Así, dejamos únicamente de recopilar, analizar y procesar información para también sentir, conectar con las otras personas y adicionalmente, dar paso a la intuición. Así de rico puede ser el equilibrio entre nuestros hemisferios cerebrales.
Acabo haciendo mención a ese prodigio que esconde nuestro hemisferio derecho: la intuición. Como dijo J. Edward Salk, «la intuición le dirá a la mente pensante dónde buscar lo siguiente» y como afirmó A. Eisntein «la mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo».
¡Toca desenvolver nuestro regalo!

Muchas gracias por esta reseña. Estoy encantada de ver como va ganando posiciones la importancia de dar valor a la intuición. Durante muchos años me ha sido de gran ayuda y utilidad. Es una satisfacción para mi saber que profesionales como tu hacen una labor de formación tan útil para las nuevas generaciones.