Ser nota discordante, suele amedrentarnos.
Nos cuesta manifestar nuestra opinión si es contraria, poner límites, decir “no”. En lo personal y en lo profesional.
Pero reside en nuestro interior un inigualable tesoro. Algo que no es posible arrebatar y cuya esencia permanecerá por encima de toda adversidad.
Me refiero a la elección última de ejercer nuestro libre albedrío. ¿Y cuál suele ser el muro insalvable que no nos permite llevarlo a cabo? Pues la voluntad. ¿Y qué frena nuestra voluntad? Sin duda nuestras creencias.
“Dices que tenemos libre albedrío, pero también aseguras que uno no tiene más que concentrar su voluntad sobre un objetivo para conseguirlo. Ahí hay una contradicción. Si no soy dueño y señor de mi voluntad, tampoco puedo concentrarla libremente sobre esto o aquello”. Hermann Hesse
Existen fundamentalmente tres tipos de creencias:
1.- Creencia sobre el resultado.
Lleva asociada un estado de ánimo concreto, la desesperanza. Nos avoca a pensar que el resultado que perseguimos es imposible de alcanzar.
2.- Creencia sobre las propias capacidades.
Aquí la sensación que predomina es la de la impotencia. Se corresponde con la idea de que otras personas pueden y, sin embargo, yo no soy capaz.
3.- Creencia sobre la desvalorización de uno mismo.
Quizás la más desgarradora y profunda de todas. Se tiene la conciencia de que tal vez sea posible la solución, de que tal vez fuera capaz de llevarla a cabo, pero uno íntimamente se pregunta: ¿lo merezco?
Una creencia limitativa actúa como una zona pantanosa, como unas arenas movedizas que nos tienen preso, nos engullen y no nos dejan escapar fácilmente. Pero es posible abandonar este tipo de creencias de la misma forma que saldríamos de la arena si encontráramos un punto donde apoyarnos.
“Si crees que puedes, tienes razón; si crees que no puedes, tienes razón.” Henry Ford.
Busca en tu interior esa muleta, ese punto de apoyo, ese sentir que te impulse a dar el primer paso en el camino del cambio. Como decíamos al principio, es preciso que llevemos el nivel de consciencia que experimentamos en el ámbito personal al profesional.
¿Qué tal empezar practicando el “poner límites”?