Mercè Brey

«Somos, ante todo, seres enérgicos. Gestores de energía femenina y masculina. Cuando estas están en equilibrio, evolucionamos».
«Hoy en día es la empresa la que tiene la capacidad de crear una nueva realidad. Y las empresas somos las personas... y si las personas evolucionan, todo cambia...».

Tres dimensiones esenciales del éxito

Si me dejo llevar por mi hemisferio izquierdo, racional y enfocado en el hacer, entonces toca afirmar que el éxito tiene dos dimensiones esenciales. A saber:

  1. Lo que se tiene. Algo así como que el éxito correlaciona con los signos visibles de lo que se posee. Una versión materialista, basada en la acumulación y que precisa de una ostentación más o menos sutil para que la persona se sienta realizada o exitosa.

  2. Lo que se hace. Dejamos atrás la materialidad y damos protagonismo a la posición que se ocupa, a las actividades que se desarrollan. Ya no importa tanto el acopio de bienes materiales, sino el estatus social o intelectual que se ha logrado alcanzar. Importa la «tarjeta», el cargo que se ostenta, la trayectoria que se ha recorrido.  

Ahora le cedo protagonismo a mi hemisferio derecho, emocional y enfocado en el ser o sentir, y me confronta con una dimensión distinta del éxito:

  1. Lo que soy. Me habla, ante todo, de que el éxito tiene mucho que ver con la libertad. De que en el soltar está la clave, de que cuanto más me aferre a lo que tengo y a lo que hago menos libre y más esclav@. Que el ser, como verbo, nada tiene que con el tener o el hacer sino con el cultivo de actitudes que moldeen un ser (sustantivo) capaz de generar abundancia (enorme palabra que aglutina lo material y lo inmaterial) para sí mismo y para su entorno.

Una conjugación distinta para el éxito

Quizás el verbo «soltar» es el que más nos puede ayudar a conjugar esta visión tridimensional del éxito: soltar el apego a la acumulación de bienes materiales, soltar el apego al reconocimiento externo y soltar el apego al egocentrismo.

Veamos cómo podríamos formular esta conjugación:

  • Soltar el tener. Cuando dejé el mundo corporativo hace ya algunos años, regalé más de veinte trajes chaqueta, zapatos, bolsos… que, para mí, estaban muy conectados con el personaje que utilizaba en esa época. Ese «soltar» liberó un torrente de energía que he podido encauzar hacia otros objetivos. Porque acumular conlleva mucha dedicación: revisar, velar por la conservación, asegurar la perdurabilidad…

    Tip: quizás el paso más sencillo, y al más puro estilo Marie Kondo, sería empezar a vaciar cajones, armarios y trasteros y comprometerse con una mayor austeridad.

  • Soltar el hacer. En este capítulo también sucumbí en su momento. Confieso mi debilidad superada de coleccionar títulos de toda índole… y también el impulso que supuso para mí tomar la decisión de renunciar a determinados estatus.

    Tip:
    sienta bien retarse a un@ mism@ a desafiar cualquier tipo de estatus que esté condicionando la propia libertad. Soltar esa velada dependencia a sentirse reconocid@ externamente y focalizarse en el único reconocimiento admisible, el propio.

  • Soltar el yo egocéntrico. Quizás el más complicado de todos los «soltares» requiere de altas dosis de autoconocimiento, valentía, empatía, compasión, saltarse a la torera la obsesión por la dualidad del hemisferio izquierdo y dejarse inundar por la decantación holística del hemisferio derecho. ¡Menudo reto!

    Tip:
    te invito, me invito, a cambiar la mirada. A escoger conscientemente pensamientos, emociones y acciones que sean buenas para ti, para mí y, innegociablemente, para todo cuanto que nos rodea. ¡Y soltar todo lo demás!

Y voy terminando… ¿Cómo sería el entorno profesional con una reformulación semejante del éxito? Soltar despacho, coche de empresa, traje, zapatos de tacón… o chinos y zapatillas estupendas de deporte… soltar currículos y tarjetas… soltar yoísmo

Vislumbro que configuraría una realidad más auténtica, más gratificante, más equitativa, más sostenible… y con mayor bienestar personal y colectivo. ¡Qué éxito!

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